Héctor Pérez Marcano
Gramoven
Yo visité la fuente
donde nacen los conjuros
para dejar enterrado allí este hastío.
Dejé bajo una piedra
este darle vueltas a la historia
para encontrarme siempre
que mis pasos ya no dejan huella,
o si la dejan,
habrá siempre una ventisca
que vendrá a llenar de polvo
lo que pudo ser un paso victorioso.
Dejé allí
aquella espera
aquel temblor
lo que un día pudo ser tan novedoso
como el primer cisne
alimentado con cotufas.
Quiero olvidar también
aquella historia
de linotipo y alquitrán
de donde emerge una mano solitaria
que ya no puede asir el aire
ni la tierra
porque está sembrada allí
para que ahora
toda mano de niño
a mí me parezca sin sentido.
Aquella historia
llena de tierra
que rechaza la semilla.
Aquella historia
de una tierra
que deja esa mano
como una estaca
de testigo.
Para que ahora
toda mano de niño
crezca hacia abajo,
hacia la tierra,
buscando el corazón que la alimenta.
Dejé allí
la angustia de pensar
que la luna tenía un perfil más puro
cuando no formaba parte de la historia de los hombres.
Y la sensación
de revolver en mis escombros
para encontrarme reducido
a una vieja idea
solemne a veces
yerma otras tantas
dolorosa siempre
manchada
pura
derrotada
victoriosa.