Micaela Paredes Barraza
Atalanta se sienta a meditar
Para hacer del escapismo oficio, de pies blindados contra la seducción de la tierra fértil
me engendraron; creadora de desiertos en nombre de una herida disfrazada de fatalidad.
Imaginé rebeliones solitarias hasta confundir la pasión voluntariosa de la sangre con el flujo de las
aguas mayores.
El afán de libertad mal comprendida —posta que heredé de un par de ovejas descarriadas y que el
oráculo del árbol familiar al fin me ofrece la posibilidad de redimir— no aguantó más que
unas cuantas carreras vencidas a costa de humillaciones propias.
Tras casi treinta años arrancando de una sombra, hoy me postro sedienta a ingerir estos frutos
provisorios, que en su amargor me revelan el veneno de la raíz, único antídoto.
Oficia de una vez la ceremonia, Venus, y enséñame a perder.